Cuento
Chispas desapacibles
Por Rubén Darío Buitrón* Cuando Rogelio se fue, Carola quedó estupefacta. Era temprano. La noche no había avanzado mucho y habían subido al cuarto 13 del piso 10 luego de comer su plato favorito: una cazuela de pescado y camarón y una cerveza Club Verde. La conversación en el restaurante del hotel donde ella estaba
Los hilos de Milena
*Por Rubén Darío Buitrón William dejó a un lado el libro que un compañero le había recomendado y tomó su teléfono celular. Definitivamente, se dijo, esto debe ser mucho más divertido. Vio en la pantalla que un hermoso rostro de mujer con el nombre de Milena le pedía que lo aceptara como amigo en su
La carta
Por Rubén Darío Buitrón* Uno nunca sabe lo que vendrá mañana. Cómo se resolverán los problemas. De qué manera la vida se las ingenia para sorprender y mostrar los errores y los equívocos de lo que parecían certezas. Le ocurrió a Verónica. Después de dos años de un ir y venir en el amor con
La ventana
Por Isabel Macías Galeas* Años después de la partida de mi padre me vi en la obligación de querer salir de casa, no soportaba a mi madre, no soportaba el barrio. Todos los días tenía que aguantar a los pescadores que se arrimaban a la puerta a entregar conchas, caracoles, camarones o alguna tilapia y
La perra recién parida
Rubén Darío Buitrón. Era domingo por la tarde y decidimos acortar el camino a casa. Tomamos la avenida González Suárez, uno de los sectores de Quito donde viven la clase alta y la élite (empresarios, viejos políticos, ministros, periodistas jubilados a la fuerza, diplomáticos, banqueros, herederos ricachones). En mitad del trayecto recordamos que no teníamos
El apagón
Por Rubén Darío Buitrón. Los dos hombres, jóvenes y con trajes de terno y corbata, avanzaron con rostros serenos y pasos firmes. El vigilante les preguntó qué había en los maletines y uno de ellos le respondió que eran cuadernos y libros de la universidad. ¿No traen laptops?, masculló como para evitar el enésimo chequeo
Sueño tardío
Relato de Víctor Vizuete. Mi padre y yo siempre fuimos buenos amigos. Y dos soñadores, además. En los soleados atardeceres quiteños solíamos sentarnos en una banca de madera que había en el traspatio casero y nos hartábamos de sol y de molicie. Mi padre, quien trabajaba por las noches en una lavadora de botellas vacías,
El tren
Raymond Carver La mujer se llamaba Miss Dent, y aquella tarde había encañonado a un hombre con una pistola. Le había obligado a arrodillarse en el polvo suplicando que le perdonara la vida. Mientras los ojos del hombre se llenaban de lágrimas y sus dedos estrujaban hojas caídas, ella le apuntaba con el revólver
La venganza
Por Viviana Garcés * Era un 14 de febrero y Adriana había preparado una cena romántica a su manera: pizza todavía en su caja original, un mantel rojo algo desteñido, un six pack de Budweisers recién congeladas y un par de vasos que, en apariencia, estaban limpios. Era su ritual de San Valentín, al que